¿Vivir en un camión?

25.04.2023
vivir en espacios reducidos no es para todo el mundo, pero...

Normalmente estamos acostumbrados a soñar con la casa de nuestros sueños, con grandes espacios abiertos, muchas habitaciones y quizá 2 o más cuartos de baño, para pasar después a grandes jardines verdes y quizá una bonita pérgola bajo la que disfrutar de una bebida fresca en verano. Pero, ¿estamos realmente seguros de que esto es la verdadera felicidad?

En los últimos tiempos asistimos impotentes al aumento desenfrenado de los precios en el mercado inmobiliario. Hoy en día, los que aún sueñan con tener una casa en propiedad deberían, incluso antes de echarse mano a la cartera, en primer lugar hacer cuentas consigo mismos y, por tanto, plantearse la verdadera pregunta: 

¿merece realmente la pena?

Ahora bien, las filosofías de vida son en esencia lo que nos diferencia a unos de otros, por lo que intentar unificarnos o, peor aún, globalizarnos bajo un mismo credo es bastante erróneo y contraproducente. La intención de este artículo no es, por tanto, hacerles cambiar de opinión. Sin embargo, existen diferentes caminos y senderos que podrían llevarnos a descubrir una nueva fachada de nosotros mismos, un lado aún oculto que sólo espera ser despertado. Este lado oculto es precisamente esa vocecita que nos hace pararnos a reflexionar antes de hacer una compra importante, quizá un coche nuevo, quizá un barco o, como en este caso, la tan soñada casa. Pues bien, la sensación que sentimos en el momento de estas compras es comparable a un sentimiento de culpa, a una felicidad inmediatamente ahogada por la conciencia de la suma que acabamos de pagar, e indefectiblemente justificada con las habituales frases consoladoras: ¡sólo se vive una vez!

En todo el mundo hay personas que desde hace tiempo, por elección o por necesidad, han escuchado esa vocecita, encontrándose viviendo en espacios reducidos y, sobre todo, con menos "cosas", y siguen siendo felices. Si se fija, algunas personas están rodeadas en sus casas de todo tipo de objetos y cachivaches, la mayoría de los cuales no tienen una finalidad concreta. Pues bien, quienes se han dado cuenta de esto están a un paso de adoptar un estilo de vida diferente, un estilo que nos aleje de la acumulación de cosas inútiles, y están a un paso de vivir con 'menos'. En una casa pequeña todo es más fácil, hay menos orden, hay menos limpieza y sobre todo hay menos cosas que distraigan nuestra atención. Tendríamos más tiempo para nosotros, en lugar de para la casa, y podríamos invertir ese tiempo dedicándolo a algo que realmente nos guste. En ciertas culturas y partes del mundo, estos estilos de vida y filosofías son una realidad desde hace tiempo, consolidada por el hecho de que la gente pasa cada vez menos tiempo dentro de casa. De hecho, la inmensa mayoría de la gente pasa el día en el lugar de trabajo, después de la jornada laboral invariablemente se suceden otras citas, y tras los compromisos tal vez, es posible volver a casa. En todo este tiempo sus adornos, objetos y cosas están ahí, en casa esperándole y preguntándose por su propia utilidad.

Desde luego, no estoy criticando, y me doy perfecta cuenta de que hay realidades muy diferentes a las que estos estilos de vida no son fácilmente aplicables, baste pensar en las familias numerosas, o en quienes adhieren un vínculo emocional a la propia propiedad. Para muchos, de hecho, la casa representa mucho más que ladrillos y hormigón, para muchos, la casa es el lugar donde residen los recuerdos, los acontecimientos de generaciones pasadas, y por ello es difícil desprenderse de ella. Sin embargo, lo que debería hacernos reflexionar es que al final de la historia todos son plenamente conscientes de lo que realmente necesitan para vivir, ¡y es muy poco! El hogar debe permitir el descanso físico y mental, y no ser una causa de estrés y dolores de cabeza. Por tanto, vivir en un espacio reducido no significa estar contento, sino ser consciente de tener más tiempo para uno mismo. Por último, pero no menos importante, deshacerse de los objetos y de lo superfluo, reapropia nuestra energía, dejando espacio para la mente y sobre todo para las relaciones. La vida de pareja, por ejemplo, es uno de los aspectos más afectados por vivir en grandes espacios. Por el contrario, al disminuir el espacio, la relación con la pareja se remodela, se afina y a menudo mejora, hasta el punto de descubrir nuevas facetas. Uno de los ejemplos que más me vienen a la mente es, sin duda, la clásica discusión acalorada. En este caso, cuando los ánimos se caldean y los argumentos para defender la idea o la posición de uno han llegado a su fin, la frase de cierre es casi siempre: ¡Me voy por ahí, o, me voy arriba! Cuando, por el contrario, se vive en espacios reducidos, incluso antes de que surja una discusión, la pareja es perfectamente consciente de que esa discusión tendrá las patas cortas, ya que ninguno de los dos podrá permitirse el lujo de aislarse y enfurruñarse. Con este pequeño ejemplo, queda claro por tanto que al reducir el espacio, uno se da cuenta de lo que es realmente importante y de lo que ni siquiera merece la pena considerar.

¡Vale Salvo! Lo entendemos, usted es un forastero y está abierto al cambio, pero es difícil vivir en un camión... ¿2 personas y un perro? ¿Cómo cocinas? ¿Cómo haces la colada? ¿Cómo lo haces con un baño tan pequeño? ¿No se siente encerrado? ¿Cómo invitas a alguien a cenar?...

El escepticismo es sin duda lo que nos hace estar alerta. Ser escépticos nos permite mantenernos en guardia y, en consecuencia, no tomar decisiones precipitadas, lo que nos hace pensar sobre una base lógica y no emocional. Sin embargo, por desgracia, el escepticismo a veces nos ciega, distrayéndonos de los cambios que quizá llevamos tiempo buscando. Nos frena hasta tal punto que nos convencemos de que esa cosa no debe hacerse, de que ese camino no debe tomarse y, en consecuencia, acaba ahogando cualquier posibilidad de cambio.

Si queremos simplificar las cosas desde el punto de vista psicológico, probemos a sustituir el título del artículo por: ¿Vivir en 16 m2?

Al cambiar las palabras, a veces las dudas y recelos al respecto adquieren un aspecto diferente, haciéndonos ver las cosas desde otra perspectiva. Así que, si incluso cambiando el título su respuesta está influida por el escepticismo y piensa que no es un estilo de vida posible, seguramente su problema no será el camión y ni siquiera serán los 16 m2, sino que su problema será la verdadera pregunta que debería hacerse...


si quisiera, ¿sería realmente tan abierto de mente y valiente como para cambiar mi vida?


SALVO


Estas fotos representan la realidad de quienes se han dado cuenta de que, además de los grandes espacios y sus hipotecas "de toda la vida", también existen otras soluciones que pueden hacernos sentir como en casa. Mejor aún, si la propia vivienda puede desplazarse sobre ruedas. En este tema, desgraciadamente, Suiza, al igual que otros países europeos, sigue estando en el tercer mundo en lo que se refiere a leyes y normativas sobre "miniviviendas" o "casas móviles". Tras haberme informado sobre el tema y, en consecuencia, haber telefoneado aquí y allá, descubrí con asombro que ¡los bancos ni siquiera sabían de qué estaba hablando! Aparte de algunos casos aislados, hasta la fecha es realmente difícil obtener permisos para una "casa diminuta" en Suiza, ¡por no hablar de los obstáculos legales que acabarán por desanimarle! Nuestra Confederación primero, y los respectivos cantones después, deberían empezar a mirar un poco más allá de sus narices y darse cuenta de que los tiempos están cambiando. O, ¿queremos ser suizos a toda costa? ¿Seguir siendo conservadores y tradicionalistas hasta el final? ¿Merece realmente la pena?